Muchos desconocen que donde quiera que vayan, en casi cualquier rincón del país, un Museo Regional o Comunitario lo está esperando para que usted, como turista local o extranjero conozca más de su cultura y tradición.
Este esfuerzo que hacen las comunidades para tener un centro depositario de su cultura, sería muy difícil si no fuera por la asesoría que le brinda a cada museo comunitario o afín el Programa de Museos Regionales y Comunitarios, quienes se proponen como un ente facilitador de la gestión participativa del patrimonio, a través de los museos. Esto se busca mediante el apoyo a la autogestión, el fomento de la creatividad local, la defensa de la ética de museos y promoción del museo como un puente para el respeto de los derechos culturales y el reconocimiento de las expresiones locales.
Dicha misión se proyecta desde la educación permanente, la cual propone que los actores locales puedan asumir con excelencia la gestión de sus propios recursos culturales, en un proceso de educación no formal, encaminado al logro de aprendizajes construidos en la misma práctica y con el significante de estar aportando al mejoramiento de las condiciones de vida y la defensa de la identidad. La educación para la gestión participativa sucede en un ambiente de completa libertad en donde la concepción, el diseño y la ejecución de las acciones formativas son un acto de elaboración conjunta entre quienes participamos en el programa y los gestores a cargo de los procesos museológicos. Como principios se buscan: la acción desde la organización local, construir ambientes de aprendizaje amenos, amigables y lúdicos, acordes con la formación de personas adultas, puesto que los participantes asisten de su tiempo libre para sentirse protagonistas en la construcción de un ambiente más humano. El museo comunitario: instrumento de participación cultural. En este panorama, el museo comunitario ha sido, además de una herramienta de autodeterminación, parte de todo un movimiento museológico donde las comunidades han asumido, a partir de su experiencia y con su propio lenguaje, la defensa de su identidad. De tal forma, los museos comunitarios interpretan la historia y cultura local desde su propia memoria, formando a sus investigadores, con sus colecciones y con actividades que sacan provecho de los recursos y habilidades de la misma comunidad.
En el caso de nuestro país podemos ver como en Boruca, comunidad indígena del cantón de Buenos Aires, el museo comunitario ha representado una herramienta para la preservación de las labores artesanales del tejido en algodón y la talla en madera, además se han invertido esfuerzos en el rescate de las prácticas constructivas tradicionales, lo cual se evidencia en el mismo local del museo, ubicado en un rancho boruca.
De igual forma, el Ecomuseo de la Cerámica Chorotega, en San Vicente de Nicoya, impulsa un proyecto productivo que mejore las ventas de la cerámica local y a su vez pueda desencadenar en la revitalización de la artesanía ancestral, como depositaria de identidad de los pobladores. Así mismo, el ecomuseo es hoy en día un centro de participación cultural y de capacitación en turismo, inglés y prontamente en computación para San Vicente y las comunidades aledañas.
En ambos espacios el Museo Nacional facilita la investigación y diseño de exhibiciones participativas, la construcción de los elementos estratégicos de los proyectos, el diseño participativo de la imagen gráfica, el trabajo en red entre comunidades y la formación de facilitadores locales que puedan encaminar los museos de su comunidad y guiar la construcción de conocimientos entre sus compañeros. Así las cosas, desde la gestión participativa del patrimonio y la buena formación de capacidades para su desarrollo, la multiculturalidad costarricense, es sacada a relucir aún más por los mismos portadores de las identidades del país, quienes a su vez son gestores que impulsan al museo como herramienta para determinar e interpretar su historia y tradición.
Fuente:Ronald Martínez Villarreal - Programa de Museos Regionales y Comunitarios
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